Alexis



Todo empezó
conmigo al centro de la cama
soñándome encinta
de mi amigo imaginario
y pensé:
“esta es la especie
hablando a través mío,
es el instinto de conservación
inscrito, indeleble
en mis genes”.

Y todo se presentó
en la coyuntura espacio / tiempo
del desamor
y dejé que la tierra
de mi cuerpo
se hiciera signo
en el que Alexis
dibujó estrellitas y moretones.

Él hacía su trabajo
de arador,
movió el suelo
y aireó los granos
dejó al tiempo entregar
sol y noche,
agua y sequedad

–mientras en el campo
se bebía como para exorcizar
toda perturbación–

Y así esta semilla negra
me fue inyectada con fuerza
en los otrora ojos claros
y ha ido poblando el territorio
en su ébano duro.

Y ahora
no sé cómo sacarme el odio
si no es a través de las palabras
y la cruz
que porto en el pecho
pidiendo perdón
(además,
la semilla negra
lleva humo de cigarrillo
que también uso mi padre
para morir)

Y, repito,
ahora,
está manchada la vuelta a casa
por los golpes e insultos
que me fueron proferidos en ella

Qué mal
hacer música con un sádico
mientras es primavera
y me sueño de blanco raso
y flores
caminando con Tomás
y los ángeles custodios de mí
–de mi pequeño gran desastre–
se toman las manos
y forman el círculo dorado de Dios
y me bañan con su candor
para que pronto pueda yo
deshacer este maleficio.

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