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Mostrando las entradas de 2009

Nada de nada

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Él sigue escribiendo de la pobreza del pobre barrio del mapuche pobre de la mezquindad y todo lo que lo va circundando. Yo absurda leo entre sus palabras busco un pequeño guiño una letra de media palabra que haya sido usada cuando hubo ese pequeño cristal de lenguaje mutuo Y no Como si nunca hubiera pasado y yo borrada del discurso de la tierra blanda de la vida sin explicación sin rostro sin nada de nada.

Quise borrar tu nombre

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Quise borrar tu nombre del canto tan mío y mientras Lisandro musitaba su sur noté ese tonto ejercicio. Porque la voz no se apaga una vez ya entonada y ese pequeño gesto de inmortalidad roba lo prosaico de tu huida. Ahora ya no se canta lo antaño ni se añora lo pasado. Pero el verso que fue bello ilumina el pretérito tosco. Hoy viene a mí la cena caliente, el reloj mural del cielo, un pan recién hecho, una merienda sincera, la voz de Lisandro y la verdad: ya no hay más melancolía.

Nadie sabe la primavera...

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Me siento llena de primavera porque tengo alhajas serenas prendidas a la fiesta de mi pecho y nadie sabe las flores que no son narcisos y que crecen por doquier una vez que la puerta se cierra. Nadie sabe la primavera entera que guardamos en la mesita del velador: la fiesta de colores intangibles que se teje en este camino ni los ríos de aguas dulces ni los peces de colores que saludan al sol en nuestro cobertor. Nadie sabe ni se piensa las colinas, ni los árboles sagrados ni la música perenne de las flores ni las yemas de los dedos de las sedas ni menos aún el amor que sólo sabemos los dos.

Poema

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Pamela ha cantado a voz viva todos sus amores y ha dejado de su lengua blanquecina rosas flores pegadas letras sobre papel impreso. Ahora, no hay más "tú" cansado corroido renombrado. Mejor se hace almizcle del silencio salino que se va tejiendo tranquilo -como pasar de la vigilia al sueño- inalcanzable melaza sin nombre.

Estación de Tren y Eri Asai por Haruki Murakami

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Suena una canción No recuerdo la letra ni el autor Sólo sé que la conozco y sus tamborileos retumban en mi mente antes que el sonido Eri Asai yace sumergida en el océano del sueño El hombre sin rostro la observa desde el televisor Sus largos cabellos negros extendidos sobre la almohada (Así quisiera estar yo) Se aproxima el tren Esta canción no me deja en paz Escribo No recuerdo Me muevo.

Cierta madrugada

Veo la noche calma y las casas señoriales las gaviotas pasean por el cielo como estrellas gráciles de movimiento lento la brisa mueve en un vals la copa del árbol frente a mí En contrapunto, suenan estos extraños ruidos urbanos Y yo, así de simple, intento recuperar el aliento firme acercarme a esto que ocurre agradecida con el olor a mar casi impregnado al alma.

Los bellos.

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Mientras sueño con los ojos abiertos la gata se sube a mi espalda y pone su agradable peso en mi columna. Yo trato de dejar mi tos y, en efecto, amo las cosas simples como despertar sin que suene la alarma del reloj y los ojos de cielo de mis compañeros de casa o pasear a la perra con los pies descalzos sobre el pasto y, por sobre todo, una buena caminata, un atardecer al día, un amanecer, en buena compañía.