Quise borrar tu nombre



Quise borrar tu nombre
del canto tan mío
y mientras Lisandro
musitaba su sur
noté ese tonto ejercicio.

Porque la voz no se apaga
una vez ya entonada
y ese pequeño gesto de inmortalidad
roba lo prosaico de tu huida.

Ahora
ya no se canta lo antaño
ni se añora lo pasado.
Pero el verso que fue bello
ilumina el pretérito tosco.

Hoy
viene a mí
la cena caliente,
el reloj mural del cielo,
un pan recién hecho,
una merienda sincera,
la voz de Lisandro
y la verdad:
ya no hay más melancolía.

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