De Seda



Seda fue escrito originalmente en italiano, por Alessandro Baricco, y publicado en 1996, como muchos de ustedes sabrán.
Hasta que me acerqué a este libro, fui totalmente neófita en Baricco y entiendo ahora a todos aquellos (como Omar o Mauro) que me mencionaron que la lectura de este autor era sencillamente bella. No puedo hacer mucho más que reproducir acá una parte de esa tremenda belleza (y técnica, agregaría yo) y contarles a todos el extraño efecto que me produjo. Así como Murakami me hizo sentir incapaz de hacer una novela, Baricco me hace sentir las ganas de escribir una.

Acá va, fragmento del capítulo 18, traducción de Mario Jurisch Durán:

"Los huevos que Hervé Joncour había traído del Japón -pegados por centenares encima de pequeñas hojas de corteza de morera- resultaron perfectamente sanos. La producción de seda, en la zona de Lavilledieu, fue aquel año extraordinaria, en cantidad y calidad. (...)

Hervé Joncour hizo un par de sumas y se descubrió rico. Adquirió treinta acres de tierra al sur de su propiedad, y ocupó los meses del verano en diseñar un parque donde sería fácil, y silencioso, pasear. Lo imaginaba invisible como el fin del mundo. Cada mañana iba hasta el café de Verdun, donde escuchaba las historias del pueblo y hojeaba las gacetas de París. En la tarde permanecía sentado largo rato en el pórtico de su casa, junto a su mujer Hélène. Ella leía un libro, en voz alta, y esto lo hacía feliz porque pensaba que no había una voz más bella que ésa en el mundo.
Cumplió 33 años el 4 de septiembre de 1862. Iba lloviendo su vida frente a sus ojos, sereno espectáculo."

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