Mi Gato Negro


Y yo escuchaba
-me llevaba-
ese ritmo de boca de poeta
tan pausado
tan de vida
plagando mi respiración
de imágenes bellas
que escapan de estos ojos
que traviesamente
juegan a estar tristes.

Y, entonces,
mientras la poesía sirve
para encontrarse,
vi el gatito negro
sujeto a la muralla
y me di cuenta
de su omnipresencia
en mi aliento de niña contenta
del cordelito rojo
que lo sujeta hoy a mi puerta
de la sorpresa
con que lo veía
aparecer en los cajones
como una magia
regalo de un hada resuelta
de mi razón
golpeada en la juventud
al entenderlo
de la compañía
que me hizo con mi hermanos
locos, Patricia y Eduardo,
de cuando pendía
del termo azul
y siempre estuvo
entre esos té humeantes
con que nos abrigábamos
en el invierno.

Comentarios

cabra de Miel, te quiero compartir dos poemas que tienen una cierta intertextualidad, por el tema, con tu poema.

Esta versión es de Baudlaire (no me gustan las traducciones españolas, pero no hallé otra mejor)
Los amantes fervientes y los sabios austeros
adoran por igual, en su estación madura,
al orgullo de casa, la fuerza y la dulzura
de los gatos, tal ellos sedentarios, frioleros.

Amigos de la ciencia y la sensualidad,
al horror de tinieblas y al silencio se guían;
los fúnebres corceles del Erebo serían,
si pudieran al látigo ceder su majestad.

Adoptan cuando sueñan las nobles actitudes
de alargadas esfinges, que en vastas latitudes
solitarias se duermen en un sueño inmutable;

Mágicas chispas yerguen sus espaldas tranquilas,
y partículas de oro, como arena agradable,
estrellan vagamente sus místicas pupilas

Y ahora uno de Verlaine que, me parece, es con el cual se puede relacionar más tu poema:


MUJER Y GATA

La sorprendí jugando con su gata,
y me causó maravilla contemplar
la mano blanca con la blanca pata,
de la tarde a la luz que apenas brilla.

¡Como supo esconder la mojigata,
del mitón tras la negra red,
la punta de marfil que juega y mata,
con si fuera una cuchilla!

Melindrosa a la par por su compañera
ocultaba también la fiera garra;
y al rodar (abrazadas) por la alfombra,

su risa cruzó el ambiente
del salón... y brillaron de repente
¡cuatro puntos de fósforo en las sombras!


(estás más cercana a Verlaine en el tono íntimo de tu poema, y en lo juguetón, en lo inocente, quizás)

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